Robert Frost
Como educadores estamos muy centrados en que nuestros chicos aprendan a leer, a escribir o a memorizar. Llega incluso a obsesionarnos estos puntos. No cabe duda de la importancia de estas y otras muchas destrezas pero olvidamos una que es incluso más importante. Es aquella que nos permite socializarnos con éxito, ser querido, sentirnos parte de un grupo, nos hace más efectivos, facilita la búsqueda y mantenimiento de empleo y que, cuando lo hacemos de forma correcta, nos proporciona un notable bienestar tanto a uno mismo como a quienes nos rodean. Esta destreza es saber ESCUCHAR.
Escuchar es casi un arte. Requiere saber cuando hablar, saber que escuchar y que oír, necesita que escuchemos a los demás pero también lo que nosotros mismos nos decimos. Algunas estadísticas afirman que solo escuchamos, de media, un 25%, de lo que el resto nos dice. Las estadísticas de cuanto nos escuchamos a nosotros mismos no existen pero seguro que asustarían igualmente.
Existen una serie de dificultades por las que nos cuesta escuchar:
- Tenemos prejuicios. Creemos saber lo que la gente va a decir antes de que hable y perdemos el interés.
- Nos puede la egolatría y no queremos más que oír lo que nosotros tenemos que decir.
- En ocasiones carecemos de empatía para oír realmente lo que alguien quiere decirnos.
- Falta la concentración necesaria. Sea por ruido, por estar pensando en otras cosas o por hacer dos cosas a la vez (por ejemplo estar con el móvil o ver la TV mientras conversamos).
¿Cómo podemos mejorar nuestras habilidades como oyente?
- El primer paso es cambiar egoísmo por empatía. A todos nos gusta que nos escuchen pero pocos escuchan. Necesitamos ser justos. Escuchar con la misma atención e interés con el que queremos que nos escuchen a nosotros.
- Cuando hables deja el móvil, apaga la TV o la radio, pospón otros pensamientos que ocupen tu mente. En definitiva, céntrate en esa persona y esa conversación. Es lo justo.
- Se asertivo. Deberemos respetar y hacer respetar nuestro espacio a la vez que respetamos y hacemos respetar el de los demás. Es decir, tengo el mismo derecho a expresarme que tiene el resto.
- No vale con estar atento, debemos demostrarlo. Cuantas veces nos han dicho que nos escuchaban pero al no parecerlo nos han desesperado. Mira a los ojos, asiente, sonríe, cuida tu lenguaje corporal...
- Haz sentir bien a la persona que está en frente. No significa ser sumisos o dar la razón aunque estemos en desacuerdo. Comparte tu opinión, tus sentimientos, ofrece un punto de vista sincero y respetuoso, no interrumpas, sé lo agradable que puedas, etc.
- No temas el silencio. Sabemos que puede resultar incómodo en ocasiones pero, como bien dijo Borges, "No hables a menos que puedas mejorar el silencio". Practica esos silencios y no les temas porque pueden llegar a ser un gran aliado.
RECURSO EXTERNO.
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