miércoles, 9 de mayo de 2018

¿Me está escuchando?


¿Cuántas veces repetimos las mismas instrucciones? "¿Es qué no me has oído?", "¿Pero es qué no me escuchas?" o "¿Cuántas veces te lo tengo que repetir?". Vamos a hacer un spoiler de la entrada contestando esta última pregunta: Una sola vez
Imaginad que os piden que os deis un doloroso pellizco en el mulso. Sabéis que no lo queréis hacer y que va a doler. Ahora imaginad que vuestros padres os permiten estar viendo la TV hasta el momento del pellizco. En un momento determinado os llaman vuestros padres:
- Héctor, deja de ver la TV y ven a darte ese pellizco.
¿Qué hará mi hijo? 
De primeras está claro. Evitamos el pellizco y encima nos quedamos viendo los dibujos. Doble premio. Nos vuelven a avisar. Reaccionamos igual. Cuantas veces. Hasta que nos dan un chillo o un castigo que nos hace suponer que el ver la tele y evitar el pellizco ya no va a salir a cuenta.
Consecuencia de esta forma de proceder. Cenas frías, más horas de televisión o consola, deberes sin hacer, llegar tarde... pero, sobretodo, cabreos y mal genio por todas partes y una espiral que conlleva más repeticiones, menos caso, más rebeldía, menos armonía. En definitiva, un panorama cada vez más desagradable.

¿Cómo evito o corto con esta espiral? 
Necesitamos sentarnos, plantearnos nuestra forma de proceder en esos casos y, sobretodo, ser muy constantes. En un primer momento sentaremos una serie de bases sobre las que construir todo.
  1. No voy a chillar ni insultar. Necesito hacerlo bien para poder pedirle lo mismo a él.
  2. Las cosas solo se dicen una vez (excepto en casos muy puntuales o especiales). Al principio puedo comenzar permitiendo dos avisos. En poco tiempo pasaré a uno solo.
  3. Rápidamente al tercer aviso en un principio seré consecuencte, sin dudar ni dar más oportunidades. Las escusas jugarán en tu contra.
  4. Cuando se de la instrucción trataremos de ser firmes, tranquilos, procurar mirarle a los ojos y, si es posible, a su misma altura visual.
  5. Haré caso al menor para que no tenga que llamar la atención de forma negativa.
  6. Reforzaré y/o premiaré cada vez que haga caso a la primera. "Qué gusto que vengas tan pronto", "Así da gusto". No es justo que acudir al primer aviso suponga agravios como ver menos tiempo la TV. Por eso, premia su buen comportamiento con algo de tiempo libre o compartiendo el tuyo propio con él de la forma más constructiva que se te ocurra.
  7. Como solo voy a dar las instrucciones una sola vez, verbalízala en el momento óptimo. Si me adelanto sin motivo estaré enviándole un mensaje negativo ante la puntualidad.
Todas estas pautas son muy importantes al principio. Con el tiempo la dinámica se irá integrando en su conducta y todo será más sencillo e intuitivo. En esta entrada anterior ofrecíamos algo más de información a este respecto.

Genial, ¿y si todo esto no funciona y no me hace caso?
Lo primero que debemos recordar es las pautas anteriores. No son negociables si queremos que funcione. Ahora bien, le hemos dado una instrucción y no hace caso. Igual que cuando reacciona de forma correcta le damos una consecuencia positiva (más tiempo libre, más juegos, más momentos compartidos, etc.), cuando no hace caso necesita una consecuencia negativa que le haga entender de qué forma es mejor que haga las cosas y de cual no. Si  los menores no saben cuando deben hacer o no algo se sentirán perdidos, desorientados e inseguros. Los menores, como los adultos, necesitamos saber en que márgenes nos movemos para sentirnos protegidos.

¿Cómo lo hago?, ¿cómo actúo?
  1. Informo a mi hijo de que vamos a empezar a actuar de una forma diferente. Quizá al principio le cueste porque le hemos acostumbrado mal y es error nuestro. Estamos convencidos de que el cambio es a mejor y vamos a cumplirlo.
  2. Explicamos que, desde este mismo momento, las cosas solo se dicen una vez. No valen los chillos ni las discusiones. Si valen las preguntas, los debates y los errores bien intencionados.
  3. Cuando se pida una cosa y se haga caso a la primera se obtendrá un premio. Necesitáis definir claramente ese premio. Por ejemplo, cinco minutos más de juego en el parque el día siguiente.
  4. Cuando se haga caso a la primera aunque se demore un poco, por ejemplo hasta un minuto, en cumplirlo no habrá consecuencias ni positivas ni negativas.
  5. Cuando no se haga caso a la primera o se demore más de un minuto su cumplimiento tendrá cinco minutos menos de parque, siguiendo el mismo ejemplo de antes, y si, pasado un buen rato, sigue sin hacer caso, se eliminará la diversión (apagar la TV, recoger la consola o requisar el móvil o la tablet), por un tiempo proporcional al incumplimiento de la orden.
Podemos ser más benévolos o estrictos pero, lo uno o lo otro, se fija a la hora de establecer las nuevas condiciones sobre nuestra forma de actuar, nunca en el momento o a la hora de establecer consecuencias. Frases como "Pobrecito", "Es que me da penita que se vaya antes" hay que planteárselas a la hora de establecer esas consecuencias y no en el momento de establecerlas o cumplirlas. De hacerlo así le confundiremos más e incrementaremos sus ganas de encontrar esos límites que le estamos haciendo difusos.

¿Mi pareja/Mis padres/Mis suegros.. no funcionan de la misma forma y eso lo complica todo?
Es una verdad absoluta. Eso hace que sea mucho más difícil enseñar a nuestro hijo como comportarse para que su vida sea mejor. Solo nos quedan dos opciones. Tratar de mostrar ese camino más armónico a quien no lo sigue y, si esto no funciona, solo nos queda seguir con nuestro propósito y no desesperar. Nos costará más tiempo pero, os aseguramos que, en un tiempo veréis al menor respetando vuestras normas a la primera (al menos casi siempre) mientras que no lo hacen con esas otras personas. Son muy listos y saben que cada persona y ambiente exige un comportamiento y van a aprender a que con Pepito se hace caso a la primera y con Manolito a la décima o hasta que llegue el chillo.

UNA CURIOSIDAD
La memoria auditiva es capaz de retener la información que llega a nuestros oídos desde los 2 hasta los 20 segundos (tal y como ha descubierto Neisser). Tenemos ese tiempo para decidir si lo que nos ha entrado por el oído se recoge y procesa y, por el contrario, dejamos que se evapore. Así que cuando tu pareja está viendo el fútbol, tu alumno en la luna de Valencia o tu hijo juega a la consola sin hacerte ni caso y tú le dices ”¡Ni siquiera me estás escuchando!” él va a ser capaz de repetir lo último que le has dicho aunque no sepa ni de que habla. A ti se te quedará cara de tonto y no podrás quejarte de que te hayan callado la boca o porque esta vez si que te estaban escuchando, es su maldita memoria a corto plazo ecoica que te ha jugado una mala pasada. La próxima vez recuérdalo y espera 20 segundos a preguntarle si te estaba escuchando.

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