Sin entrar en una polémica compleja y que no nos aporta luz en este momento, queríamos hablar de los deberes de los chicos. Por supuesto, antes de comenzar, queríamos advertir que cualquier consejo que propongamos desde aquí depende enormemente de vuestro hijo, su edad y sus peculiaridades pero intentaremos, en la medida de lo posible, hablar para un enorme porcentaje de los casos.
Veamos nuestros 6 consejos básicos:
1. Rutina, rutina y más rutina.
Hay dos cosas que la mayoría de niños no saben hacer por si solos (ni muchos adultos). La primera es establecer rutinas sin ayuda. Todos hemos necesitado ayuda en esto. Establece un horario real, que incluya todas sus actividades y necesidades. Se inteligente al crearlo, por ejemplo, no incluyas periodos de deberes demasiado largos u obligues a ir corriendo a sus clases de batería. Deja tiempos libres que, si hace sus obligaciones, sean de libre uso para él. O, como explicamos a continuación, no coloques sus "premios" antes que sus tareas...
La segunda cosa que los niños no saben hacer por si solos es, precisamente eso, renunciar al descanso o al placer en lugar de sus obligaciones. Un consejo esencial es "primero la obligación, luego la diversión". Ese orden es fundamental. Imagina la cabeza de tu hijo o hija jugando en el parque, a tope de energía, cerebro controlado lo justo y... ¡deja de pasártelo genial y vamos a hacer los deberes! , ¿tú lo harías? Además, de esta forma podemos recompensarles con más tiempo si lo hacen bien o reforzar sus conductas positivas.
Unos consejos más: el mínimo tiempo posible, siempre que esté bien hecho y periodos continuos corto (combina con la merienda, leer, etc.). Se paciente, las rutinas tardan unos días en consolidarse (lee nuestra entrada sus las rutinas en 66 días). Los viernes son de descanso y los fines de semana lo más libres posibles, mucho mejor en el monte que en el escritorio.
2. Desdramatiza los deberes de tu hijo.
Hacer los deberes supone, en muchas casas, una auténtica guerra. Un consumo de energía enorme que nos hace consumir una energía que no tenemos y que provoca un estado de permanente discusión y mal humor.
Durante la mayor parte de nuestra vida académica nos enseñan las mismas cosas una y otra vez. Por ejemplo, ¿cuantas veces nos explican las reglas ortográficas a lo largo de nuestra infancia y aún seguimos sin saberlas? Lo que queremos decir es que, ir a la clase sin los deberes hechos un par de días o suspender dos exámenes no es lo ideal pero, si a cambio, permite a nuestro hijo aprender a ser más autónomo, mejora su confianza o su autoconcepto, será una inversión que merecerá la pena con creces. Cuanto antes permitamos a nuestro hijo ser autónomo será más sencillo y más eficaz.
A nadie le gusta que su pequeño no cumpla con las obligaciones del profesor pero no se trata de eso, sino de enseñarle, a la vez, otros valores y otras aptitudes. Tomémoslo como una inversión para nuestro hijo. La energía que estábamos tirando cada tarde en discutir utilicémosla para plantarnos como llegar a donde queremos llegar, es decir, a que nuestro hijo entienda la importancia de desarrollar nuestras obligaciones y madure en ese aspecto. Quizá la clave sea replantearnos un sistema de recompensas y consecuencias coherente en el que los dos estamos de acuerdo, dejarlo por escrito en el frigo y ser consecuentes todos con él (ver como realizar una economía de fichas en Educar sin varita mágica).
3. ¡Cuánto más autónomo, mejor!
Partimos de que para muchos, dejarlo volar solo nos supone un esfuerzo enorme o que, directamente o no está o no lo vemos preparado para ello. Aún así, vamos a intentarlo. No se trata de estar menos, sino de estar mejor. Hemos oído muchas veces déjalo que espabile solo y, para nosotros, ese argumento es demasiado sencillo. Es probable que esa libertad la entiendan mal. Ser autónomo es un aprendizaje y debemos acompañar en ese proceso. Pero, ¿cómo hacerlo?
Os proponemos un ejemplo de actuación ridículamente sencillo y simplista pero que creemos que orienta en el fondo. Especialmente aplicable a partir de los 6-7 años.
"Paula, creemos que ya eres mayor y te has ganado empezar a hacer algunos deberes sola. Nosotros podemos ayudarte cuando tengas dudas o necesites algo pero, las personas mayores como tú necesitan aprender a hacer las cosas por si mismas. Al principio costará un poco pero, verás como, poco a poco, lo vamos consiguiendo. Vamos a hacer un horario de deberes. ¿Dónde quieres que lo pongamos para que podamos verlo mejor? ¡Genial en la puerta del armario!". Quizá al día siguiente... "Paula, hoy es el día de empezar a hacerse mayor. De momento, el horario pone que a las 5:30 querías ponerte con los deberes media hora. Yo estaré por aquí si necesitas ayuda. ¡Ánimo!". Es muy importante que sienta que estamos, sin estar, que después supervisemos y reforcemos su esfuerzo y autonomía, no tanto el resultado.
4. Si ayudas, ayuda como él necesita no como tú quieres.
Muchos padres, con la mejor de las intenciones, hacen los deberes y trabajos de sus hijos para asegurarse una buena nota o más positivos. Los maestros y profesores saben de que hablamos muy bien. El problema es que esa nota no es real y el engaño no es para con el profesor, sino para con el propio chico. Muchos chicos tienen el problema añadido de que sus padres les explican de forma diferente a sus profes y eso genera confusión y doble trabajo. Es un gran ejemplo de falta de empatía con nuestros hijos: no ayudo, enseño para conseguir el resultado que yo quiero de la forma que yo quiero.
Lo que él necesita no es tener todos los ejercicios bien o el cuaderno más limpio, y mucho menos el mejor árbol de navidad en reyes en el que él no ha participado más que como mero espectador. Eso es lo que yo como padre "necesito" para sentirme bien.
Si sobreprotegemos casi haciendo sus deberes, organizando cada detalle o evitando que se equivoque quizá le estemos haciendo un favor para mañana pero, ¿qué le estoy haciendo un favor para dentro de un mes o un año? Dejar que un menor se equivoque es una forma inmensa de educar, eso sí, ayudemos a que se levante las veces que él o ella lo necesiten.
5. Resuelve situación a situación, siempre en positivo.
Es importante tratar de poner soluciones pequeñas a dificultades pequeñas. Paso a paso. Necesitamos sacar al detective que llevamos dentro y estar muy atentos. Le cuesta mucho ponerse después de la siesta (¿y si no dejo que el ceporro entre en fase REM y se eche solo media hora?. No se concentra (busquemos otro sitio de estudio, eliminemos estímulos distractores o reduzcamos los tiempos continuos). No hay forma de motivarlo (puede que sea bueno revalorar nuestro sistema de refuerzos y consecuencias). Estudia bien pero en los exámenes tenemos problemas (podemos intentar hacer simulacros en casa para que anticipe nervios y normalice). Me agota estar con él en los deberes, siempre discutimos (vuelve al principio de esta entrada ;), especialmente al punto 2). En cuanto le dejo solo ya no es capaz (Ningún niño es "incapaz", adáptate a él y empieza con cosas asumibles. Tiempo tendremos que avanzar).
Si dejamos que las dificultades se acumulen se nos hará bola. Empieza con algunas pequeñas y, una vez consolidadas, pasa a las siguientes. Un nido no se construye poniendo todos los palos a la vez.
6. Si no sirve para nada, deja de quejarte y adáptate.
Y si, aún con todo esto, no llegamos a donde queremos llegar quizá sea momento de delegar y, si el bolsillo lo permite, acudir a un profesor particular que nos ayude en este proceso. Nada tiene menos sentido que estar peleando constantemente sin avanzar. Siéntate tranquilo y busca soluciones reales. Confía en ti y en él o ella y lucha en positivo.
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