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jueves, 28 de abril de 2016

Adolescentes, por Ana Hernando

En este caso, tenemos el inmenso placer de presentaros un texto de Ana Hernando. En él reflexiona sobre su percepción de la Adolescencia.

Tu hijo, tu vecino, tu hermano, o el niño que ves todos los días en el parque, va a crecer. No sabemos cómo va a ser, los gustos que va a tener, lo bien o mal que le irán los estudios. Tampoco sabemos cuándo se echará pareja, si le gustará la fiesta o preferirá quedarse en casa.

Hay miles de factores que influyen en los jóvenes. Crecen y se forman a partir de todo aquello que les rodea. Todo les afecta, todo lo adquieren y todo lo aprenden. Nosotros, como ese padre, ese vecino o ese hermano, no podemos abarcar todos sus entornos ni todos los factores que van a repercutir en su vida, pero sí podemos tratar de guiarles en cada uno de los caminos.

En la adolescencia se producen muchos cambios; en nuestro exterior, en nuestro interior y en nuestro entorno.

Los adolescentes están en momento de conocer, de abrir puertas y mentes, de experimentar, de aprender con las victorias y aún más con sus derrotas. Pero son ellos los que tienen que aprender de ellas, son ellos los que tienen que confundirse, mejorar y reaprender.

Aunque estemos ahí para cosérselas cuando se les rompan, tratemos de no cortarles las alas.

Ese niño del que hablábamos, un día crecerá y tal vez te diga que en clase alguien le ha insultado por no ser lo suficientemente guapo, alta o inteligente. Quizá ese comentario sea pasajero, pero puede no serlo. Aunque todos tratemos de ignorar aquellos despechos que los de nuestro alrededor nos hacen, no siempre es posible. Nos dañan, y no podemos permitir que la infancia se vea afectada por esto. Seguro que puedes hacer que se sienta comprendido, hacerle ver que no siempre podemos ser como los demás quieran, que intente destacar todas las cualidades que tiene y, por supuesto, que ser alto, bajo, feo, guapo y más o menos inteligente, no va a determinar lo lejos que puede llegar.

Un día crecerá y discutiréis por la hora de vuelta a casa un día que tenga un cumpleaños. Y de ahí a una noche de fiesta, y a otra, y a otra… Y pasará, porque lo hemos pasado todos. A veces cuesta ceder, cuesta vencer la preocupación de lo que le pueda pasar o vencer esa protección a la que tendemos por naturaleza. Pero ellos tienen que salir, tienen que descubrir mundo, sociabilizar. No hablo de dar una libertad total; unas normas y unos límites marcados siempre vienen bien. Pero si se sienten comprendidos, si les mostramos la confianza que tenemos en ellos, esto se hará recíproco. No consiste en saber lo que hacen en cada momento, sino enseñarles lo mejor y lo peor de las noches, para que ellos sepan poner sus propios límites. Yo recuerdo el primer “mamá, he probado el alcohol” que con tanto miedo dije, y aún recuerdo mejor la contestación de, estando más decepcionada que enfadada, “beber no está bien Ana, hay que tener cuidado, saber controlarlo”, No seamos rígidos, no pongamos límites extremos que lleven a la tentación de sobrepasarlos. Pensemos que todos lo hemos vivido, y todos seguimos aquí disfrutando de vez en cuando.

La fiesta les condiciona; posiblemente prueben el alcohol, conozcan a gente nueva, ambientes nuevos… Incluso pueden conocer a una persona en la que se fijen y que les guste un poco.

Todo ello es lo que les va a formar, todo ello son las acciones, los valores, las creencias, las personas que van a hacer que estén llenos por dentro. Nuestros jóvenes dependen en gran parte de nosotros; de los maestros, del entrenador del equipo, del hermano mayor, del profesor de clases particulares, del panadero del barrio… Ellos dependen de nosotros, de nuestro ejemplo.

Yo estoy segura de que los jóvenes de hoy en día están formados, son genios, tienen dones, ganas, energías, vitalidad y constancia. Ellos, como tú, como yo y como todos, sólo necesitan comprensión y sentir las espaldas reforzadas de cariño.

Ana Hernando (21 años)
Estudiante de Terapia Ocupacional por la Universidad de Oviedo.

miércoles, 24 de febrero de 2016

En estos tiempos, por Ana Hernando

Tenemos el placer de contar nuevamente con Ana Hernando en la sección Estrellas invitadas. Tras su reflexión "Adolescentes", hoy os proponemos "En estos tiempos", ensayo en el que Ana trata los
diferentes asuntos sociales
En estos tiempos en los que el mundo sufre de injusticias, guerras, conflictos, violencias… nos parece todo lejano, surrealista e inmejorable.

Eso no es lo cierto, todo está por cambiar, a todo le podemos dar la vuelta, y estamos a tiempo de ello. El futuro de lo que vivimos está en nuestras manos y en la de aquellos jóvenes a los que cederemos el puesto.

Hoy en día hay niños que andan descalzos por la calle. Y no, no por imprudencia. Esos niños hoy no han comido, y no porque no les gustara la comida del plato, sino porque no había nada. Uno de esos niños se ha quedado sin su único lapicero porque ha visto que su compañero no tenía ninguno y se lo ha dado.

Esos niños juegan en la calle con las piedras (sus juguetes) y con otros niños, no por estar castigados sin la consola, sino porque no tienen nada más con lo que jugar. Estos niños son los mismos que bailan, cantan y tocan música como profesionales, pero no por ir a una academia.

Estos niños piden por las calles. Y no por negarse a hacer otra cosa, sino por supervivencia. Esos niños no saben sumar, restar, ni leer, y no por falta de ganas de ir a la escuela, sino por no poder pagarla.

Posiblemente, todo aquel que este leyendo esto sienta esta realidad lejana o no le identifique, pero es algo cercano. Por supuesto que no es necesario que un niño pase por esas circunstancias tan desgarradoras para aprender a valorar las cosas, pero si es necesario que las conozcan para producir una motivación a la mejora de la vida que, no solo está en sus manos, si no que les corresponde vivir de la manera más dignamente posible.

Su educación, sus valores, creencias, actitudes y aptitudes dependen de todo aquello que se les inculque. De cómo les enseñemos a ver las cosas, a que luchen por conseguir aquello que quieren. Podemos allanarles el terreno, pero sin quitarle todas las dificultades que se encuentren. La resiliencia es básica en la vida de cada uno.

Esos niños son iguales que tu hijo, tu vecino, tu hermano pequeño o el sobrino del panadero. La forma en la que eduquemos a los nuestros depende de nosotros, de cómo queramos ver las cosas, del conocimiento que tengamos sobre ellas.

Tan importante es que se formen en lo académico como en lo extrapolable a ello. Que aprendan a jugar con piedras, a disfrutar de la escuela, a pasar tiempo con los demás, que quieran dedicar tiempo a extraescolares, que sepan dar a los demás…

Si cada uno de nosotros estuviéramos educados de manera que, ver sufrir a los demás o saber que alguno de nuestros iguales está pasando por situaciones tan adversas y dolorosas, nos motivara para ser mejores y así aportar más, aquellos niños o jóvenes que nos suceden, crecerán con el objetivo de ayudar y crear un mundo mejor.

No es lo mismo decirte a un niño “Si no estudias, acabarás como ellos”, que “estudia mucho para conseguir que su vida sea mejor”. Los jóvenes están guiados por motivaciones. Y qué mejor motivación que ser capaz de hacer felices a los demás.

Todo tiene una doble cara. Todo está por cambiar. Y estos jóvenes a los que ahora vemos indefensos, sin formar, inmaduros… Son grandes, tan grandes que nuestro futuro va a depender de ellos, y yo tengo la fe absoluta en que puedan aportar mucho a este mundo, tan sólo hay que darles herramientas, y ya construirán ellos lo necesario.
Ana Hernando (21 años)
Estudiante de Terapia Ocupacional por la Universidad de Oviedo.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Consideraciones sobre Educación, por Sandra Martínez

En este caso os pasamos un breve ensayo de Sandra Martínez, estudiante de Psicología en la UPV, de 19 años, sobre su percepción de la educación actual. 
A lo largo de mi recorrido como estudiante, me he encontrado con numerosas opiniones acerca de la educación que los jóvenes recibimos. Sin duda no tengo palabras para agradecer a cada uno de los profesores que han conseguido orientarme en las dudas que he tenido, pero sobre todo, no  existe nada que pague el logro que supone  disfrutar de  lo que estudias. Si pudiera elegir una frase que defina todo el camino desde que comencé en infantil hasta llegar a la universidad  sería “abrid escuelas y cerrarán cárceles.”

Pero nuestra educación no solo depende de la empatía y profesionalidad de los docentes; nos criamos en una sociedad que nos bombardea con numerosos estímulos que moldean nuestra visión del mundo.
Personalmente considero que en numerosas ocasiones este “moldeamiento” puede llevarnos a obviar cierta información sin contrastarla, por eso es tan fundamental el papel del individuo en la formación de un espíritu crítico. El debate se encuentra en el momento en el que tomamos conciencia de que cada persona es un mundo y cada situación un universo: las prioridades de cada individuo son muy diversas dependiendo de las circunstancias que le rodeen.  Así,  variables como la falta de recursos, la pérdida de un familiar o el simple “no me apetece”, pueden crear  numerosas diferencias a considerar. En este caso, si un alumno no responde ante una metodología docente debido a una situación complicada, fomentar la autoestima y seguridad del mismo tanto en casa como en clase es primordial para la superación del problema. Nunca debemos olvidar que antes de ser padres, profesores o estudiantes,  somos personas humanas, cometemos errores pero también somos capaces de enmendarlos.

Aprender es una de las cosas que nos hace humanos: es plasticidad sináptica, es curiosidad, motivación y desarrollo personal,  pero sobre todo es felicidad. Educar es el camino para lograr un mundo mejor en el que vivir, dónde no exista el miedo a decir lo que pensamos y sentimos. La vida se ve de otra manera si puedes razonar por ti mismo y otro punto de vista siempre es bienvenido para auto-descubrirnos.  Desgraciadamente no todos somos partícipes de esto; de hecho, estudiar es más bien un privilegio de unos pocos. Debemos luchar porque cada niño en cada rincón del mundo tenga la oportunidad de disfrutar de la magia de la educación.

Sandra Martínez (19 años)
Estudiante de Piscología por la Universidad del País Vasco.