El estrés (en latín stringere, que significa apretar) implica una amenaza o una exigencia más elevada de lo normal. Es decir, puede resultar dañino o una forma de avanzar y moverse. Esa es la clave.
Sin nada de estrés, es decir, sin retos, tendemos a tumbarnos, a parar, a conformarnos. ¿No os pasa que, después de una época intensa, os ponéis malos en cuanto os relajáis?, ¿o que empiezas queriendo no tener estrés y acabas viendo mierda en la tele que acaba estresándote más al pens
ar que estás tirando decenas de horas a la basura?
Un punto de estrés es clave y lo ideal es que surja de la autoexigencia, no en espera de que algo vaya mal. Véase que mi jefe me amenace con despedirme, mi hijo empiece a salirse del tiesto o mi pareja comience a plantearse el divorcio. Exigirse dar lo mejor de sí es una receta maravillosa, porque, no solo te sientes bien contigo mismo, sino que haces sentir bien al resto y, aún mejor, evitas que aparezca el estrés malo.
El estrés bueno te exige estar despierto, atento, tratar de tomar consciencia de lo que pasa a tu alrededor. Cansa, pero es un cansancio que aporta, es positivo.
Ahora bien, qué ocurre cuando aparece el estrés malo. La amenaza. El que duele y no aporta. Pues que toca reflexionar como controlarlo, anticipar posibles situaciones y poner soluciones que lo controlen. Toca saber decir que no a ciertas cosas, sean buenas o malas. Toca ser asertivo. Toca tomar el control de nuestra vida, al menos hasta donde podamos llegar.
El estrés puede resultar un aliado en nuestro camino hacia el crecimiento personal o puede ser un enemigo que nos coma por dentro. Nos toca elegir a nosotros, ¿estrés bueno o estrés malo?
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Es que se está tan bien ahí dentro ;)! Pero lleváis razón, hay que salir
ResponderEliminarEso es. Cómo dijimos en otra entrada, nada crece en la zona de confort.
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