Los antiguos griegos hablaban de un concepto, la eudemonía, como el fin último del ser
humano. Algo así como alcanzar nuestra plenitud. Ser feliz. Había quién buscaba
la eudemonía en la riqueza, los honores, la fama o el mero placer. Aristóteles
les corregía y les indicaba que la única forma de alcanzar la plenitud era a
través de una vida basada en la razón y en la búsqueda de la verdad.
Aquí surge un segundo concepto griego que parece pertinente,
la idiotez. Para ellos ser idiota
significaba que estabas centrado en ti mismo, que eras egoísta. Un idiota solo
pensaba en lo propio y se olvidaba del conjunto, de la democracia, de los demás.
Ahora bien, ¿no os parece que no hay peor forma de alcanzar
le eudemonía que ser un idiota, ambos en su sentido griego? Son muchos los
trabajos y experiencias que han demostrado que cuanto menos idiotas somos, es
decir, más empáticos, más felices nos sentimos. Trata bien a esa persona, haz
algo agradable por tu amigo, ayuda a quien lo necesita y te sentirás mejor.
Es más sencillo de lo que parece. ¡Deja la idotez a un lado,
busca ayudar al resto, sonríe y se feliz!
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