miércoles, 31 de octubre de 2018

Aprendiendo a memorizar | Parte I

Con unos 100.000 millones de neuronas, ¿cómo es posible que mi hijo no sea capaz de memorizar el verbo to be?, Se pasa horas en la habitación, ¿por qué luego suspende? La memoria es una de las funciones más complejas del cuerpo humano, aún a día de hoy es en gran parte un misterio para los humanos. Memoria a corto o largo plazo, memoria sensorial, memoria emocional... En este artículo no pretendemos descifrar estos misterios sino comprender su funcionamiento y forma de trabajarla en los menores (y porque no, en los mayores).
No pretendemos teorizar mucho sobre el proceso mental en sí pero resulta necesario asumir que, para que algo sea memorizado necesita tres requisitos indispensables, lo que llamamos la Santísima Trinidad de la Memoria:
  1. Activar el sistema.
  2. Atender.
  3. Implicarse personalmente en la memorización.
Pero, ¿qué significa eso?, ¿por qué son tan importantes esos pasos?, ¿son necesarios para que mi hijo memorice los ríos de la península? Evidentemente hay personas con más o menos capacidad para memorizar pero, esa diferencia, no justifica el fracaso o el éxito de la mayoría de casos. Todos hemos vivido fracasos en la preparación de un examen, hemos sufrido un "blancazo" o hemos sentido que perdíamos el tiempo estudiando. Por ejemplo, ¿cuantas veces hemos estado frente a un libro leyendo infinitas veces un párrafo que no hemos sido capaces de memorizar?. O, ¿cuantas veces hemos pedido a nuestro hijo que estudiase ese tema y, tras muchísimo tiempo dice "no se me queda"? 
Memorizar no es introducir información al cerebro como si se tratase de las cajas de una mudanza. Retener algo en nuestra memoria requiere querer hacerlo (Activar), mantener la concentración absoluta durante todo el proceso (Atención) y poner toda nuestra actitud en buscar la mejor forma de fijarlo en nuestro cerebro (Implicarse). 
Imaginemos que estamos hablando con nuestro hijo y no nos está haciendo caso. En ese momento le decimos "No me escuchas. Ni siquieras sabes de que te estoy hablando". En muchas ocasiones el menor es capaz de repetir la última frase que le hemos dicho dando a entender que si nos prestaba atención aunque las dos partes sabemos que en realidad no es cierto. Otro ejemplo puede ser el de memorizar un número de teléfono. Con apenas esfuerzo somos capaces de repetir un número de teléfono que nos dictan pero esa retención a penas dura escasos segundos en nuestro cerebro, después se desvanece, se evapora. Esto es lo que separa la memoria a corto plazo (unos 10 segundos), puntual, efímera, de la memoria a largo plazo, consistente y más estable. Nuestros hijos necesitan memorizar en esta segunda esfera de la memoria y eso va a requerir la santísima trilogía de la memoria: activar, atender e implicarse.

Memoria de hielo
Utilizaremos la analogía con la que intentamos explicar a los menores el proceso de memorizar en Educar sin varita mágica (#EducarLAB). Imaginemos un día caluroso en el que estamos sedientos. Alguien deposita un hielo en nuestra mano. Necesitamos que se derrita para poder beber el agua y a penas tenemos unos segundos para retener ese agua antes de que se deslice entre los dedos. Tenemos muchas formas de mantener ese agua para poder beberla una vez derretida pero necesitamos hacerlo pronto y pensar en un plan para retenerla. Si lo hacemos de una forma eficaz después podremos usarla para paliar nuestra sed. Entendemos que la memoria sufre un proceso parecido. El objetivo es retener esos conocimientos en nuestra memoria a largo plazo. Me llega la información, sea porque me la dictan, la leo o la escucho. Tengo unos segundos para almacenarla antes de que se derrita. Puedo repetirla mil veces, puedo escribirla y probar que la recuerdo, puedo utilizar relaciones, acrónimos, normas mnemotécnicas... cada ocasión y persona puede requerir un método diferente pero, sin duda, necesitamos un plan para que no se escape entre nuestros dedos, entre nuestras neuronas. Solo si somos capaces de guardarla bien podremos beberla cuando lo necesitemos.

La memoria es un proceso básico en el aprendizaje y en la supervivencia. No se trata de memorizar como si de un disco duro se tratase sino de retener datos útiles y consistentes que formen unas redes neuronales fiables de forma que nos permitan alcanzar las metas esperadas. 

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