miércoles, 24 de enero de 2018

¿Mis miedos o sus miedos?


Un día, una muy buena amiga, nos dijo:
- ¡Mira, eso es lo que os decía!
Sutilmente nos señaló una madre y un hijo. Estaban cruzando un paso de cebra sin semáforo al cual los coches llegaban con gran velocidad. El niño parecía llegar risueño pero al empezar a cruzar cambiaba su rostro y aparecía la tensión. Lo que realmente nos señalaba Elena, nuestra amiga, era la mano entrelazaba de madre e hijo. Claramente se veía como la madre sonreía con cierta tensión y agarraba con enorme firmeza la mano de su hijo.
- Eso es lo que me pasaba a mí de pequeña. Recuerdo cruzar semáforos y calles agarrada a mi madre y notar como ella me apretaba. Creo que de ahí surge mi miedo a los coches.
Esa anécdota nos vale para comenzar esta entrada y es que Elena llevaba toda la razón. En muchas ocasiones los padres transmiten sus miedos a sus hijos y, en ocasiones, estos se contagian. La madre que nos señalaba Elena tenía toda la buena intención del mundo. Proteger a su hijo y disimular el miedo que ella tenía pero, como solemos decir, ellos son muy listos y perciben ese miedo.

Usemos otro ejemplo. Un niño de poco más de un año da unos pasos y se cae. Sus padres se levantan como un resorte a levantarlo con cara de preocupación. Es probable que nuestra visión pueda ser "Vaya padres más responsables y atentos" o, puede ser que pensemos "Un poco exagerados y sobreprotectores". Sea cual sea la opción en este caso nos vamos a centrar en la visión del menor. Cuando el padre se levanta corriendo él aprecia un miedo real en su cara y su reflexión, probablemente pase por pensar que existe un peligro real, que quizá si vuelva a caerse pueda lastimarse seriamente o que existan consecuencias a ese acto que no prevé. Esta visión es muy cotidiana. Un niño se cae. Si los padres se acercan rápido llorará porque entenderá que había un peligro e incluso que, si sus padres están tan preocupados, es que ha pasado algo, aunque aún no lo sienta. Si los padres se levantan tranquilos con un "Venga levanta, que eres un campeón" o simplemente esperan a que lo intente, él no llorará. Si nos levantamos intentando simular tranquilidad pero esta no es del todo real, es probable que llore, son muy listos y nos conocen muy bien. El lenguaje gestual es muy importante.

Finalmente os proponemos un último ejemplo. Se trata de un ejemplo científico en el que se estudia este fenómeno de la confianza paterna sobre los menores.


No se trata de culpar a nadie. Los miedos pueden tener un origen biológico, ambiental o, lo más común, una mezcla de ambos. Se trata de dejar que el menor afronte sus miedos, sea valiente sin llegar a inconsciente y permitirle explorar su alrededor con confianza. Inténtalo, es lo máximo que puedes hacer para permitir a tu pequeño crecer seguro y confiado de sí mismo.

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